La generación actual de niños, niñas y jóvenes es la que puede disfrutar de mejores recursos educativos y de salud, pero es la que ha expresado mayor malestar emocional y sensación de soledad
El cuidado de las emociones durante la infancia y adolescencia incide en la creación de redes neuronales que influirán positivamente en la salud mental adulta
El último informe Faros de la Escuela de Salud del Hospital Sant Joan de Déu incluye un estudio, realizado sobre una muestra representativa de los más de 20.000 alumnos y 1.200 docentes que han participado en el programa Henka, que demuestra que la intervención en este ámbito consigue mejoras en reparación emocional, en el caso de las chicas, y en empatía.
Barcelona, 9 de octubre de 2025.- Según datos del último Barómetro Juventud, Salud y Bienestar de Catalunya, 6 de cada 10 adolescentes presentan, con mayor o menor frecuencia, algún tipo de síntoma de malestar emocional. En este contexto, la Escuela de Salud del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona (HSJD) ha presentado hoy el último informe Faros, que da a conocer estrategias en el entorno familiar y docente para promover el bienestar emocional en niños y adolescentes, y fomentar su resiliencia o capacidad para afrontar las adversidades.
El informe pretende contribuir a frenar esta tendencia y dar respuesta a una necesidad: «en la actualidad, se promueven muchas iniciativas y circulan muchos mensajes sobre cómo trabajar por el bienestar emocional que, a menudo, no tienen ninguna evidencia científica. Este trabajo intenta poner luz, dar a conocer las estrategias que sí son válidas y funcionan para que las familias y docentes puedan ponerlas, adjunta a la Dirección Médica del HSJD y directora de Henka, programa del HSJD y de Z Zurich Foundation que promueve el bienestar emocional entre los adolescentes.
El informe, que lleva por título «Navegando las adversidades: claves para una infancia y adolescencia resiliente», revela que el estilo de parentalidad o crianza y un modelo educativo de disciplina positiva juegan un papel clave en el bienestar emocional de los niños e inciden en la construcción de sus redes neuronales. Estas conexiones neuronales generadas en la infancia condicionarán su personalidad, sus comportamientos y sus pensamientos futuros.
El trabajo del HSJD se hace eco de un reciente estudio de gran relevancia llevado a cabo por el Instituto de Investigaciones Médicas del Hospital del Mar de Barcelona (IMIM), conjuntamente con el Hospital de Clínicas de Porto Alegre de Brasil y el Hospital Clínico de Barcelona, que pone de manifiesto la influencia decisiva que tiene la mentalidad adulta. A partir del análisis de 93.000 casos, se ha constatado que el hecho de haber sufrido traumas psicológicos durante la infancia triplica el riesgo de tener un trastorno mental grave en la edad adulta. Uno de los datos más relevantes de este estudio es que cataloga como trauma no sólo las catástrofes, las muertes violentas, el maltrato, el acoso o el abuso familiar, físico y sexual, sino también el abuso y la negligencia emocional.
Por eso, los autores del informe Faros consideran clave promover el bienestar emocional durante el período de la infancia. Hacerlo ayuda a que estos niños crezcan con autoestima y autoconfianza, sean capaces de establecer relaciones sanas con el entorno, y de afrontar y superar las dificultades y adversidades de forma saludable. Los niños más resilentes presentan menos síntomas de ansiedad, depresión, problemas de comportamiento y mejor rendimiento académico a largo plazo. Pueden regular mejor las emociones, utilizar estrategias de afrontamiento adaptativas, resolver problemas y búsqueda de soporte social en momentos de dificultades. Los niños resilentes tienen más probabilidades de convertirse en adultos con mecanismos de afrontamiento más sólidos, autoimagen favorable, más capacidades de adaptarse a las transiciones vitales.
Además, subrayan que la clave para el desarrollo saludable de la infancia y la adolescencia es garantizar un entorno que promueva el bienestar emocional de manera transversal. Más allá de poner el énfasis en resultados académicos o en modelos de felicidad basados en el consumo, proponen fomentar vínculos sólidos y espacios de apoyo real tanto a la familia como a la escuela y la comunidad. De este modo, los niños y adolescentes pueden crecer con más herramientas para afrontar las dificultades cotidianas los estamos equipando para prosperar, aprender de la adversidad y alcanzar plenamente su potencial y objetivos, construyendo así una sociedad más resiliente, cohesionada y compasiva.
Modelo de paternalidad o crianza
Así, un modelo de parentalidad autoritario en el que se ejerce un control excesivo, se imponen límites sin la participación del menor en las normas de convivencia y se es muy crítico con el niño fomenta en él una baja autoestima y sumisión. El exceso de presión, además, puede provocar en el niño un estrés crónico que afecta a su desarrollo cerebral y causa problemas de memoria, dificultades de aprendizaje, y respuesta exagerada y excesivamente impulsiva al estrés.
En el lado contrario, un modelo de parentalidad permisivo, excesivamente cálido, donde el niño es el centro, donde se le tiene muy en cuenta, tampoco es recomendable. En este modelo de crianza, no se ponen límites al menor ni se le supervisa y esto genera en él inseguridad, poca contención y poca tolerancia a la frustración.
Una parentalidad negligente, que no ejerce ningún tipo de control ni seguimiento, genera rechazo y desprotección. La sobreprotección de los niños por parte de algunas familias tampoco es conveniente. La falta de oportunidades para afrontar retos y resolver problemas por sí mismos limita la capacidad de los niños para tomar decisiones independientes y apoderadas, y gestionar situaciones difíciles; les cuesta más asumir los errores y reconducirlos, y los hace menos autónomos. Al no tener tantas oportunidades para aprender a gestionar las frustraciones y las adversidades de forma efectiva, pueden tener mayor tendencia al estrés y la ansiedad.
Por todo ello, los autores del informe recomiendan practicar una parentalidad democrática, que pone límites y supervisa a los menores desde la afectividad, fomentando la comunicación y estableciendo vínculos cálidos con los niños. Este estilo parental, dicen, fomenta el sentimiento de pertenencia, hace partícipe al menor de las decisiones y le capacita para la vida. El informe ofrece recomendaciones concretas para ejercer este tipo de parentalidad o modelo de crianza durante las distintas etapas de la vida del niño y en situaciones concretas de la vida cotidiana. Los autores del informe inciden en la importancia de que los adultos también cuiden y trabajen por su propio bienestar emocional para propiciar más fácilmente el de sus hijos.
Disciplina positiva en el aula
Educar en un modelo de disciplina positiva ayuda a los niños a crecer con bienestar emocional. Es un modelo de crianza que puede aplicarse en el aula con buenos resultados. Implica ayudar a los alumnos a reconocer cómo se sienten y qué necesitan; alentando y valorando el esfuerzo y no el resultado; enseñar habilidades sociales y para la vida desde el respeto y la capacitación, y animar a los niños a descubrir sus capacidades con un uso constructivo de su poder y su autonomía. Fomenta poner límites de manera respetuosa y firme al mismo tiempo.
La disciplina positiva requiere que los docentes reciban una formación específica que les proporcione herramientas y estrategias adecuadas para aplicarla de forma coherente y sistemática. Esta metodología se vincula directamente a la enseñanza de habilidades socioemocionales y la creación de un entorno educativo basado en el respeto mutuo, la empatía y la responsabilidad compartida.
Su aplicación es transversal y se refleja en muchos ámbitos de la vida escolar: desde cómo se alienta y se reconoce el esfuerzo del alumnado, hasta cómo se organiza y gestiona el espacio del patio, pasando por las estrategias para abordar los conflictos y la valoración de las diferencias individuales. El objetivo es que cada alumno se sienta respetado, escuchado y capaz de contribuir al bienestar colectivo.
Un buen ejemplo de esta práctica son las reuniones de clase, donde los alumnos y el tutor se reúnen de forma regular en formato de círculo. Este espacio promueve la participación activa y el diálogo abierto, favorece la escucha y expresión de las emociones y permite trabajar conjuntamente las habilidades socioemocionales. De esta forma, no sólo se fomenta la convivencia y la cohesión de grupo, sino que también se ofrece al alumnado la oportunidad de sentirse protagonista y corresponsable del clima escolar.
Objectivos principales:
· Fomentar la pertenencia y la importancia: cada alumno tiene voz y puede aportarlo.
· Resolver conflictos de forma cooperativa: los problemas se convierten en oportunidades de aprendizaje.
· Entrenar habilidades de vida: escucha activa, empatía, respeto, responsabilidad compartida, toma de decisiones.
· Construir una comunidad de clase basada en el respeto y la colaboración.
Estructura básica de una reunión de clase:
1. Rueda de reconocimientos
a. Cada alumno puede expresar agradecimientos o aspectos positivos que ha visto en los demás. (todos tienen que recibir algún feedback).
2. Revisión de problemas o retos
a. Los alumnos aportan temas (conflictos, dificultades, necesidades).
b. Se busca entender, no culpar.
3. Propuestas de solución
a. Ideas constructivas surgidas del grupo, con participación activa de los niños.
4. Planificación y organización
a. Asignación de responsabilidades, planificación de actividades o proyectose comunes.
Características clave:
· Regularidad: se realizan de manera semanal o frecuente.
· Participación igualitaria: todos tienen un turno para hablar.
· Enfoque en soluciones: más que en castigos o reproches.
· Práctica democrática: los alumnos aprenden a ser escuchados y a escuchar.
· En resumen: las reuniones de clase son una mini-escuela de ciudadanía y convivencia dentro del aula, donde los alumnos aprenden a resolver conflictos ye a contribuir positivamente a la comunidad.
Otras acciones en la comunidad
Los autores del informe señalan que, además del modelo de crianza y de la disciplina, es importante cuidar el entorno en el que se lleva a cabo. En este sentido, reflexionan que en España los niños y jóvenes tienen buena salud, son la generación de niños y jóvenes con mejores posibilidades de educación y de salud, y, sin embargo, son las que expresan mayor malestar emocional y sensación de soledad. Por eso, consideran que es necesario revisar en profundidad las políticas de salud pública y asistenciales, educativas y sociales, así como rediseñar los espacios de las ciudades.
En concreto, proponen impulsar programas de creación de hábitos saludables en higiene, alimentación, actividad física, salud afectiva y sexual, uso de herramientas digitales y bienestar emocional. También abogan por que el sistema sanitario trabaje conjuntamente con los centros educativos y los ámbitos sociales, de ocio y cultura locales y potencien intervenciones más comunitarias.
En el ámbito de la educación y la salud, los autores del informe resaltan que la enfermera escolar y comunitaria y los técnicos en salud pública deben convertirse en unos profesionales sanitarios nucleares para la promoción de la salud y la detección de alertas (trastornos alimentarios, conductas sexuales de mayor riesgo, acoso por la atención a la inactividad física, malestar sanitaria y seguimiento. También proponen que el sistema sanitario profundice los cribados para detectar los determinantes genéticos/biológicos que generan discapacidades físicas, intelectuales o trastornos que condicionarán las relaciones sociales o aprendizajes atendiendo a que una detección precoz permite intervenciones más eficaces y disminuye la brecha por renta.
En el ámbito social, abogan por priorizar el apoyo económico y acompañamiento a la diversidad de familias porque, según dicen los autores del informe, las políticas de salud pública más efectivas son las actuaciones para disminuir la pobreza conjuntamente con el empoderamiento en la salud de los niños, los jóvenes, las familias y las comunidades. Los autores del informe también proponen diseñar ciudades que propicien salud, con más espacios naturales que promuevan la actividad física y la reducción del calor, porque existe evidencia científica de que la mejora medioambiental y el clima incrementan la capacidad de atención y concentración de los niños, la autoconfianza, la serenidad y la conexión social.
Entorno más saludable
Unos sesenta estudios demuestran que la desconexión de la naturaleza tiene efectos negativos en el bienestar emocional y que el contacto con ella aporta beneficios físicos, emocionales y para la socialización. También apuntan que, en las ciudades, el diseño y la gestión del espacio público puede favorecer la salud y el bienestar. En este sentido, resaltan que es importante que las ciudades dispongan de espacios verdes urbanos que reduzcan la contaminación del aire, la temperatura y promuevan la actividad física y la cohesión social.
También consideran necesario que la sociedad trabaje para disminuir los factores de estrés en la vida de las familias tales como las dificultades económicas laborales, de salud, de vivienda, de discriminación social y o cultural para que las familias estén en condiciones y puedan acompañarles adecuadamente. Por eso, abogan por crear espacios de autocuidado y expresión de malestares para personas adultas, asegurando que reciban el acompañamiento necesario para cuidar del cuidador, lo que puede repercutir en un entorno más saludable y coherente para el desarrollo de los niños.
Proyecto Henka para fomentar el bienestar y la resiliencia en los adolescentes
Este informe se enmarca dentro del proyecto Henka, una iniciativa estatal impulsada por el Hospital Sant Joan de Déu Barcelona y la Z Zurich Foundation. Henka, que en japonés significa «cambio positivo transformador sin posibilidad de retorno al estado inicial», tiene como objetivo promover el bienestar emocional de adolescentes, jóvenes y su entorno desde el rigor del conocimiento científico, mediante acciones que fortalecen la resiliencia en adolescentes y jóvenes y en su entorno.
El programa apuesta por una mirada global y en positivo de la adolescencia, y ofrece recursos para fortalecer la resiliencia individual, familiar y escolar-comunitaria a través de formación acreditada para profesionales-implementación del programa en los centros educativos de secundaria, charlas a familias y acciones de sensibilización. Henka pretende paliar las dificultades, tanto de tiempo como recursos, que existen en las escuelas para desarrollar las competencias socioemocionales en el alumnado.
Resultados preliminares de las actuaciones realizadas en los centros educativos
Desde su puesta en marcha, en el curso 2023-2024, Henka ha llegado a más de 20.000 alumnos de 140 centros educativos de Cataluña, Madrid y Valencia mediante la formación de 1.200 docentes. En las aulas de estos centros se han realizado sesiones con los alumnos para que aprendan habilidades socioemocionales como la asertividad, la empatía o las competencias interpersonales, la regulación emocional, el mindfulness, impartidas por los propios profesionales del ámbito educativo.
El programa ofrece un espacio que a menudo no existe en los institutos y que resulta clave para el bienestar emocional. Permite a los alumnos sentirse acompañados, hablar de temas que habitualmente no abordan y desarrollar competencias socioemocionales de forma sistemática. El objetivo es que adquieran herramientas para afrontar la vida real, empezando por la gestión de sí mismo y de las propias emociones. Así, les ayuda a identificarlas, darle respuestas adecuadas y mejorar las relaciones con los iguales. Además, el programa fomenta que los alumnos se conviertan en agentes de cambio y transformación dentro de la comunidad educativa. Concretamente, en las aulas de 1º y 2º de la ESO, se realizan 8 sesiones en las que se trabajan diferentes habilidades socioemocionales a través de actividades vivenciales, como pueden ser debates, role-playings, entre otros. El objetivo es propiciar espacios para que los alumnos puedan expresarse y entrenar estas habilidades. Además, los padres reciben una sesión de parentalidad resilente y tienen a su disposición materiales complementarios en la web.
En el segundo ciclo se crea un grupo de trabajo formado por docentes y alumnado. A partir de un cuestionario se valora el nivel de resiliencia escolar del centro en cinco dimensiones: relaciones saludables, cuidado de la salud mental, sentimiento de pertenencia, participación e inclusión. Con los resultados en mano, el grupo decide qué acción impulsar para reforzar el ámbito que consideren prioritario. Algunas de las acciones que se han llevado a cabo son, por ejemplo, escribir cartas de agradecimiento, organizar una carrera inclusiva o habilitar un espacio de calma.
Al mismo tiempo, los profesionales del ámbito educativo cuentan con recursos y materiales sistematizados para que puedan llevar a cabo las sesiones adecuadamente.
Los primeros resultados de esta actuación desarrollada en los centros educativos revela que el 97% de los docentes participantes le ve utilidad y lo recomendaría. Los profesores evaluados que participan en Henka, comparado con los que no están haciendo Henka, mejoran de forma estadísticamente significativa en salud mental. Concretamente los docentes que son tutores, en entornos urbanos, centros públicos y que están en escuelas de elevada complejidad. Por géneros, las personas identificadas con género femenino mejoran en salud mental y las del género masculino en estrés percibido.
Los resultados preliminares relativos a los adolescentes evidencian una mejora en la reparación emocional o restablecimiento del vínculo.
En el caso de las chicas, las actuaciones que se han llevado a cabo en los centros educativos han logrado una mejora significativa en reparación emocional, mientras que entre los chicos se ha registrado una mejora en su empatía.
Por nivel socioeconómico, los alumnos con nivel medio-bajo se han registrado una mejora en su resiliencia y en estrategias de afrontamiento. Por lo que respecta a los estudiantes de nivel socioeconómico bajo, se ha visto una tendencia positiva en todas las dimensiones analizadas.
En cuanto al profesorado, se han detectado mejoras en salud mental, especialmente en mujeres, y en sensación de estrés, especialmente entre los hombres.
Actualmente, el programa Henka en las escuelas ha sido muy bien valorado por los participantes y está extendiéndose a otras comunidades de España como Valencia y Aragón.
Informe «Faros navegando las adversidades: Claves para una infancia y adolescencia resilentes».
ESP: https://apps.sjdhospitalbarcelona.org/infocap/es/informe-faros-infancia-adolescencia-resilientes/
Material audiovisual
En el siguiente enlace encontraréis fotos e Imágenes de vídeo de un taller sobre bienestar emocional en el entorno de la escuela que se realizó recientemente y que contó con la participación de padres y docentes:
https://www.dropbox.com/personal/RODA%20DE%20PREMSA%20INFORME%20FAROS%20SALUT%20MENTAL
Sobre la Escuela de Salud SJD