Hesíodo fue un poeta de la Antigua Grecia. Algunos lo consideran el primer filósofo griego. Él decía que «la educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser». Y no le faltaba razón. La educación es esa ciencia, esa cultura que debe nacer en el hogar y se debe desarrollar en las aulas sin perder la perspectiva familiar como caldo de cultivo perenne que ayuda al ser humano a ser mejor. Como también dice el Profesor Emilio Lledó, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y miembro de la Real Academia Española, hay que mostrar al mundo como posibilidad.
Pero esa posibilidad, esa oferta –si se me permite la expresión- debe nacer ya en el hogar. Los padres son los primeros que tienen la obligación moral, social y el familiar de educar a sus hijos en valores. No se puede cargar esta responsabilidad en el centro escolar. Los colegios deben formar. La diferencia es evidente.
Y esta diferencia se ha visto en Alejandro, un niño de la localidad sevillana de Palomares del Río. Este zagal que no supera lo diez años ha demostrado una educación y unos modales que muchos adultos deberían tomar como ejemplo.
Recientemente estaba jugando y, de forma totalmente involuntaria, una piedra golpeó contra el cristal de un vehículo aparcado muy cerca haciéndolo añicos. Alejandro podía haber huido, habiendo dejado allí el chandrio para que cuando llegara su dueño se encontrara con “el regalito”.
Pero no. Hizo lo que tenía que hacer. Muy probablemente lo que han inculcado sus padres en casa. Cogió un trozó de papel y escribió: «He roto sin querer su cristal. Soy Alejandro. Disculpe. El teléfono de mi madre es: …. El teléfono de mi padre es:…».
Esto es una demostración de respeto, de buena educación, de decencia y de un sinfín más de valores que evidencian que cuando se inculcan desde niños estos ‘grumos’ que diría el propio Profesor Emilio Lledó, en el futuro germinan y dan sus frutos. Como se comenta en redes sociales hace falta muchos más ‘Alejandros’ cuya lección ha sido magistral no sólo en su pueblo, sino en toda Andalucía.
En una sociedad con los valores en la UCI, necesitamos personas como Alejandro que nos den lecciones de vida y sean modelo ya desde su niñez; personas que a pesar de su prematura edad, marquen un camino a seguir. La sociedad está harta de ídolos de barro sujetados a golpe de Instagram o Youtube, Se necesitan personas como Alejandro, que desde el anonimato y la discreción y en silencio, nos marcan el camino a seguir. Alejandro es un orgullo. Es un ejemplo. Y es un modelo para los niños de su generación. Pero también para los adultos, que debemos preguntarnos qué hemos hecho tan mal para que haya tan pocos Alejandros. Por eso, y dado su escasez, habrá que cuidarlo y mimarlo. Será un adulto ejemplar. Y hoy, un orgullo para sus padres y para Palomares del Río.
Visitas: 0