He dicho muchas veces a través de este portal que la ejemplaridad debe ser la bandera en la que se envuelva cualquier cargo institucional en todos sus actos oficiales, y también en los privados. Una persona no es alcalde, diputado o presidente de una comunidad a tiempo parcial lo es a tiempo completo, cuando se encuentra en un acto familiar. Siempre.
Pero este huracán de ejemplaridad no sólo debe afectar a nuestros cargos institucionales cuya nómina sale de los Presupuestos Generales del Estado; es decir, del bolsillo de todos los españoles. Esto afecta a cualquier cara publica, de cualquier faceta de la sociedad, que se convierte en un referente a nivel social, cultural, deportivo, económico, o de cualquier otra índole.
Ayer la Agencia Tributaria publicó la séptima lista de empresas y particulares con las deudas más abultadas con el fisco, por encima del millón de euros a 31 de diciembre de 2020. El listado de este año ofrece un descenso tanto en el número de morosos como en los importes que adeudan: 3.869 contribuyentes, un descenso del 1,6% frente a los 3.930 del año anterior, por un importe de casi 14.100 millones, un 1% menos respecto al listado precedente. Y en la lista de caras conocidos aparece en segundo lugar el autor Ildefonso Falcones, con una deuda de 1,3 millones.
Es en este punto en dónde quiero reflexionar con serenidad. De sobras es conocido, lo que significa un autor de la talla de Falcones –u otros similares- para los escritores que comienzan. Como diría alguno, “para los noveles”. Son referentes y ‘modelos’ por su trayectoria, su calidad, su modelo de trabajo, su volumen de ventas, y otros condicionantes más.
Pero ayer, tras la información de la Agencia Tributaria, Falcones no es referente de nada ni de nadie en el sector literario; bueno sí, referente para el director de su oficina bancaria y para su director editorial. Pero desde luego para las nuevas voces narrativas, Ildefonso Falcones, como diría mi madre ha quedado «a los pies de los caballos».
Puedo entender que se puede tener una deuda, y es perfectamente comprensible y entendible desde un punto de vista humano y, como autor, pero que esa deuda sea de esa cantidad estratosférica me parece vergonzoso. Pero aún resulta más bochornoso y más indecente que no se haya publicado ningún comentario por su parte en ninguna red social, ni en ningún medio de comunicación. Quien calla, otorga. Él calla mucho y otorga poco. Más bien nada.
Quien conozca el sector editorial o el sector del libro, podrá imaginarse que Falcones ha ingresado importantes cantidades de dinero por la venta de sus libros, y por las traducciones de los mismos. Si a eso añadimos, toda la “paraliteratura” que ello lleva implícita: conferencia, coloquios, asistencia a congresos, ferias del libro… sobra decir que sus emolumentos son más que considerables. Eso sí, no tiene un euro para amortiguar la deuda con la Agencia Tributaria. Esto sólo tiene un nombre en toda tierra de garbanzos. Ya se sabe cuál es. Y no es necesario recordarlo. Eso sí, igual hay que refrescar estas cosas al personal cuando entre en una librería. Yo lo haré. Y que cada cual aguante su palo.
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