Decía Winston Churchill que «El precio de la grandeza es la responsabilidad». Desde mi punto de vista tenía toda la razón del mundo el político y estadista británico. En esta vida, una de las muchas maletas con las que debemos caminar es la responsabilidad. Esta responsabilidad se debe ejercer siempre; desde el plano personal, pero especialmente desde el plano institucional cuando ejerces un puesto de dirección en una institución, sea ésta grande, pequeña, o mediana. Y también hay que ser responsables con independencia del tipo de institución que sea (una asociación sin ánimo de lucro, una institución pública o privada, un partido político, una fundación, un club deportivo, o cualquier otra entidad de la condición que sea).
Responsables debemos serlo todos cuando formas parte de una entidad: desde quien ocupa la máxima dirección de la entidad hasta la última persona que forma parte de la misma, con independencia del puesto que se ocupe.
Ejercer esta responsabilidad lleva implícita muchas cuestiones que especialmente se manifiestan en momentos difíciles. Cuando los vientos soplan favorables, todo va bien. Pero como dicen ‘mis paisanos’, cuando el cierzo arrecia es cuando especialmente hay que demostrar esa responsabilidad desde la prudencia, el respeto, la calma, la perspectiva… y, en ocasiones, desde el silencio.
No cabe ninguna duda que, ante situaciones de crisis, cualquier ser humano, es visceral, y puede ser arrastrado por ese sentimiento mezcla de vulnerabilidad, rabia, enfado, o emoción. Su reacción puede ser bastante imprevisible. Pero precisamente es entonces cuando hay que ser más racionales; cuando más perspectiva y más distancia hay que tomar de los problemas. En innumerables ocasiones, ante muchas crisis, ante muchas situaciones complejas, nos falta información, nos faltan datos esenciales para opinar desde la objetividad y desde la sensatez. Pero esto está estrechamente vinculado a nuestra actividad cerebral.
La ira hace que en el hemisferio derecho del cerebro se produzcan las emociones negativas ante circunstancias desagradables mientras que el hemisferio izquierdo busca un acercamiento a situaciones agradables o positivas. Eso da lugar a esos ‘comentarios paralelos’ que, ante estas situaciones nos hacemos con frecuencia: «huye, vete» y «a esto hay que responder». De ello nos podría dar grandes lecciones mi paisano el médico y científico Santiago Ramón y Cajal. Pero de su figura, de su obra y de lo que ello aportó a la medicina hablaré en este mismo espacio dentro de unos meses cuando conmemoremos los 170 años de su nacimiento.
Actualmente esto se aderezado por el caldo de cultivo que se cuece en las redes sociales y en los medios de comunicación, generando una corriente de opinión muchas veces infundada y sesgada, Una corriente de opinión que sólo conduce al descredito, a la confusión, y a la desinformación. Un camino totalmente alejado de la prudencia y de la sensatez,. Es obligado a tomarlo desde la atalaya de la serenidad. Es importante medir bien la crisis, analizarla fríamente, opinar con serenidad y objetividad. El mundo de las redes sociales tiene un papel muy útil para lo que lo tiene, pero también juega en nuestra contra en numerosas ocasiones, porque es el escenario perfecto de la desinformación, de las noticias falsas y de la más que evidente jungla de ‘los nuevos jueces’, como analicé en este mismo espacio en otra publicación el pasado mes de septiembre; esos que, en su mayoría sin oficio ni beneficio, saben de todo y están en posesión absoluta de la verdad. Lo único que logran desde su ignorancia y desde su desinformación más absolutas, es generar más desorden, alimentar más caos y provocar más confusión. No vale todo en redes sociales.
Ciertamente, cuando formamos parte de una organización y ésta sufre una crisis del tipo que sea, lo más prudente es mantener la calma, ser prudente, y esperar los acontecimientos. Lógicamente, todo el mundo tiene el derecho a opinar, pero tengamos encendida la luz larga y no alimentemos informaciones o titulares sin contrastar. Con ello no solo estamos desinformando, sino que estamos perjudicando seriamente la marca de nuestra organización porque, aunque sea con la mejor de nuestras intenciones, estamos alimentando la propia crisis. Lo que realmente es importante es sumar para bajar la presión, y ayudar (cada uno de su propio cuartel) para que el problema se resuelva desde la responsabilidad, la unidad y la serenidad lo más pronto posible.
Reitero las palabras del político británico. Una persona es grande cuando realmente ejerce su responsabilidad. Eso atañe a todos sin excepción y particularmente, en situaciones difíciles especialmente, y por encima de cualquier otro condicionante personal o profesional. Esta responsabilidad atañe a todos. Pero la mayor responsabilidad en una organización sólo le atañe a una persona. Exclusivamente.
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