Un tumor cerebral se puede desarrollar en cualquier etapa de la vida del ser humano. Representan el 2% de las enfermedades oncológicas. La mayoría se genera a partir de una metástasis y pueden provocar graves secuelas si no son controlados a tiempo. En el Día Internacional de los Tumores Cerebrales, la importancia de la detección precoz es prioritaria para disminuir este porcentaje y la mortalidad asociada.

Un tumor cerebral está constituido por un grupo de células que crece de manera atípica en el cerebro. Una ‘masa’ que puede obedecer a una anomalía en los tejidos. También puede ser consecuencia de una metástasis de otro tumor que se ha desarrollado en otra parte del cuerpo y cuyas células llegan al cerebro a través del torrente sanguíneo. Como acabo de señalar, según datos de la Organización Mundial de la Salud, representan el 2% de todas las patologías oncológicas.
«La frecuencia varía según la edad. En los niños, los tumores cerebrales son la segunda forma más común de cáncer después de la leucemia: constituyen el 20% de los cánceres pediátricos. En los adultos, hay una ligera tendencia a presentarse entre los 45 y 70 años» ha señalado el doctor Alfredo Chaves, neurocirujano del Departamento de Cirugía del Instituto Alexander Fleming.
La forma de aparición es muy variable y va a estar relacionada con el sitio y el tamaño donde esté ubicado. No todos causan síntomas, especialmente en las etapas tempranas. Sin embargo, agregó que es importante buscar atención médica de urgencia con un especialista o en una guardia si se experimentan alguno de estos siete síntomas:
1- Dolores de cabeza atípicos, en particular si se trata de un dolor recurrente durante varios días.
2- Convulsiones, sin antecedentes previos.
3- Alteraciones en la visión, especialmente del campo visual.
4- Debilidad, parálisis o pérdida de fuerza tanto en miembros superiores como inferiores.
5- Alteraciones en la comprensión o expresión del lenguaje.
6- Pérdida del apetito, náuseas y vómitos persistentes.
7- Cambios en la personalidad, el estado de ánimo, la capacidad mental y la concentración.
Como es lógico, todo tumor cerebral representa en sí mismo un riesgo para la vida del paciente. Aquellos que son benignos, en general, tienden a no invadir los tejidos cercanos. Tampoco se diseminan a otras áreas. Crecen lentamente y hasta pueden detener solos su avance. El pronóstico es favorable y en la mayoría de los casos se pueden tratar de manera efectiva con extirpación quirúrgica. La probabilidad de recurrencia posterior es escasa.

El comportamiento de los tumores malignos es diametralmente opuesto. Se desarrollan de forma agresiva, invadiendo y destruyendo otros tejidos y pueden extenderse hacia otras partes del cerebro a gran velocidad. Su pronóstico depende de varios factores, como el tipo y grado de malignidad del tumor, la edad del paciente y su estado general.
Los tumores cerebrales más frecuentes son los que se conocen como secundarios. Son los que hacen metástasis de otros tumores. Los que más comúnmente se diseminan al cerebro son los de mama, pulmón, riñón y colon, así como los linfomas y los melanomas, explicó el propio doctor Chaves.
Los primarios, en cambio, son los que se generan en las células del cerebro y pueden clasificarse en diferentes tipos según su origen y las características de sus células.
Para el neurocirujano, pueden requerir enfoques de tratamiento específicos. El diagnóstico preciso y la evaluación deben correr por cuenta de médicos especialistas.
Más allá de las señales de alerta mencionadas, cada persona puede presentar síntomas diferentes y a la vez. La presencia de uno o varios de ellos no necesariamente indica la existencia de un tumor cerebral. Cuando un paciente llega con un cuadro sospechoso, el primer estudio de urgencia que se suele realizar es un TAC, aunque este estudio no es suficiente.
Los riesgos y secuelas asociados a un tumor cerebral son diversos. Están definidos por una serie de factores que van desde su tamaño y ubicación hasta el grado de malignidad. Uno de los daños posibles es el neurológico. El tumor puede ejercer presión sobre estructuras cerebrales vitales. Esto ocasiona una variedad de síntomas como dificultades en el habla, cambios cognitivos, problemas de memoria, debilidad o parálisis en una parte del cuerpo, cambios en la visión o en la audición, o problemas de equilibrio.
Esta enfermedad también puede desencadenar crisis epilépticas, con convulsiones de variada intensidad y frecuencia. Normalmente estas crisis son controladas a través de medicamentos antiepilépticos.

Para el neurocirujano, «cada persona y cada tumor cerebral son únicos y las secuelas pueden variar de un individuo a otro. El equipo médico podrá proporcionar información más precisa y personalizada sobre los posibles riesgos y secuelas asociadas a cada tumor cerebral específico», señaló.
En el marco del Día Internacional de los Tumores Cerebrales, el médico neurocirujano del Instituto Alexander Fleming plantea la importancia de generar conciencia sobre la detección temprana, el acceso a la atención médica especializada y el apoyo a los pacientes y sus familias.
«Nada puede reemplazar la información que proporciona el consejo médico profesional. Si alguien se está enfrentando a un tratamiento por un tumor cerebral, es fundamental buscar el apoyo de especialistas y equipos multidisciplinarios formados por médicos oncólogos, neurólogos, neurocirujanos, psicooncólogos, radioterapeutas, patólogos y radiólogos, que puedan dar orientación, contención y tratamiento adecuado», concluyó el neurocirujano.
Según la Sociedad Española de Oncología Radioterápica, los avances en neurocirugía, oncología radioterápica y tratamiento quimioterápico han permitido duplicar la sobrevida en los gliomas (tumor muy común originado en el cerebro) de bajo grado, con supervivientes de más de 20 años de seguimiento. A partir de estos datos y de esta información sólo nos queda un camino: seguir apostando por la ciencia y la investigación. Es el camino. El único.
(Fotografía de cabecera: National Cancer Institute)