Reflexiones ante una emergencia. La dana de Valencia

Dicen que una catástrofe es un suceso fatídico que altera el orden regular de las cosas. Cuando tiene el alcance de la riada que ha sufrido Valencia, más que alterar el orden, lo barre. Los desastres naturales se repiten periódicamente en diversas partes del mundo y la experiencia pasada permite extraer conclusiones.

Los daños en lo público dificultan la ayuda y el retorno a la normalidad. Los daños en lo privado harán que el hogar deje de serlo temporalmente. La huella de la pérdida de seres queridos, recuerdos y pertenencias hará que el nuevo equilibrio tome semanas, meses o años en volver.

El marco de Sendai para la reducción del riesgo de desastres es un acuerdo que persigue “La reducción sustancial del riesgo de desastres y de las pérdidas ocasionadas por los desastres, tanto en vidas, medios de subsistencia y salud como en bienes económicos, físicos, sociales, culturales y ambientales de las personas, las empresas, las comunidades y los países”.

Necesitamos crear una cultura de la emergencia, que la población se implique en la autoprotección como modo de romper el ciclo de los desastres. Esto se consigue abordando las causas que los hacen más dañinos. La resiliencia de una población a las situaciones adversas puede cultivarse mediante la educación y la preparación. Debemos aprender a gestionar el riesgo.

El ciclo de los desastres es un proceso continuo con varias etapas. Comienza con la fase de mitigación, en la que se establecen medidas destinadas a reducir el impacto de los desastres. Sigue la preparación, donde se planifica y se entrena tanto a comunidades como a organizaciones para que respondan de forma adecuada. Cuando el desastre llega, la respuesta, se enfoca en tomar acciones inmediatas para proteger vidas, propiedades y el medio ambiente. Finalmente, la recuperación abarca esfuerzos a largo plazo para restaurar las condiciones normales o mejorar la infraestructura y la resiliencia de la comunidad, con el objetivo de aprender de la experiencia.

Las medidas tomadas antes de las inundaciones buscan reducir la vulnerabilidad de la comunidad creando mapas de zonas vulnerables e informando a la población, ubicando las estructuras críticas en zonas no inundables, construyendo y manteniendo infraestructuras de control de aguas y desarrollando los sistemas de alerta meteorológica.

La importancia de la formación de la población  en autoprotección en desastres es grande y  debería ser obligatoria. Permite interiorizar cosas como tener un kit familiar de emergencias, saber cómo preparar su casa ante una alerta inminente o tener previsto qué hacer si ocurre algo grave y la familia está separada, por ejemplo.

Importa especialmente la formación y entrenamiento en desastres  al personal sanitario y puestos de mando y autoridades públicas  y privadas. Sus responsabilidades durante una emergencia exigen que estén preparados. De sus decisiones dependerá la aplicación de los planes y la idoneidad de la respuesta.

Los planes comunitarios deben ser puestos a prueba mediante simulacros que involucren de algún modo a la población. Deben servir para corregir y perfeccionar los planes.

Es fundamental normalizar el uso de los  sistemas de alerta temprana y saber que la decisión de activarlos implica la incertidumbre de manejar ciencias no exactas.

Durante la emergencia los conocimientos, las habilidades, los planes y los mecanismos que hemos desarrollado durante las fases previas deben ponerse en práctica. Se debe asegurar una comunicación fluida de la situación y de las instrucciones a seguir a través de radio, televisión y telefonía celular, repitiéndolas hasta que la emergencia haya pasado.

Deben activarse los protocolos de evacuación y protección, guiando a la población a zonas seguras animándoles a buscar las posiciones elevadas próximas  y a evitar cruzar corrientes a pie o en vehículo, sabiendo cuándo ha llegado el momento de abandonar éste.

Habrá que coordinar los equipos de rescate y voluntarios teniendo en cuenta a las personas vulnerables o atrapadas. Por otro lado, se debe intentar proteger las instalaciones críticas como hospitales o plantas de energía.

 Después comienza la asistencia y la evaluación de daños. Se establecerán los objetivos prioritarios y las tareas necesarias. La evaluación de daños permitirá decidir los recursos ajenos a movilizar y establecer el nivel de la emergencia.

Es una prioridad absoluta concluir las operaciones de rescate pendientes y recuperar las vías de acceso bloqueadas que dificultan el movimiento de la ayuda. Evaluar la seguridad de las estructuras dañadas y cubrir necesidades vitales mínimas, mediante albergues, suministro de agua potable, alimentos y asistencia médica. Recuperar los fallecidos  de forma digna y segura y realizar la identificación forense, sin descuidar la atención a los familiares.

En todas estas situaciones  indefectiblemente la primera línea de ayuda  la constituye la solidaridad vecinal. Los servicios de emergencia locales estarán inicialmente saturados, al poco exhaustos y probablemente sus mismos recursos se hayan visto afectados. Sus propios miembros habrán sufrido pérdidas y sus cadenas de suministros estarán también afectadas. Los accesos por los que se suelen mover para atender sus avisos estarán bloqueados. La ayuda externa idónea, procedente de los servicios de emergencia de localidades y comunidades contiguas será necesaria, pero todavía tardará un poco y deberá coordinarse con los mandos para que se les asigne área de intervención y tarea.

Esa ayuda inmediata vecinal requiere cierta coordinación, materiales y orientación. En esto son fundamentales los ayuntamientos, Protección Civil y los medios de comunicación. La sociedad los ha puesto en un lugar preeminente y deben elevarse y liderar la respuesta de los recursos disponibles.

Los vecinos pueden organizarse en equipos, buscar una tarea asequible y útil (preparar alimentos, limpiar una calle, realizar portes, mantener un equipo electrógeno, servir de enlaces de comunicaciones, etc). Cuando una sociedad está vertebrada es más útil utilizar las estructuras sociales que ya funcionan: parroquia, asociaciones juveniles o peñas deportivas. Repartir entre esos grupos a miembros de las agrupaciones de voluntarios de Protección Civil (con sus medios portátiles de comunicación) o darles algún enlace con profesionales que les sirvan de guía en tareas más complejas puede aumentar su rendimiento. Este es un modo de trabajar en red y en focos descentralizados, pero en la medida de lo posible, coordinados y complementarios.

Cuando el área y el número de focos aumenta, mientras llega la ayuda idónea hay que hacer un uso creativo de aquello de lo que se dispone. Los  medios aéreos que realicen rescates y desplacen personal y material a zonas de difícil acceso son imprescindibles para que la respuesta sea una red que permita trabajar en paralelo y no una una única “mancha de aceite” que se extiende.

El ejército dispone de una increíble fuerza de trabajo humana y material. Personal entrenado y equipado y disponible en relativamente poco tiempo. Son especialmente útiles sus capacidades de organización, logística y comunicaciones, de  despliegue de estructuras temporales y de proyección de recursos pesados a distancia.

Los medios de comunicación y RRSS se suelen centrar en dar información sobre lo que ha pasado y sobre los avances que se van produciendo, pero su mayor utilidad debería ser ayudar a marcar el camino, dando claves y orientando para  que la población tenga acceso a las indicaciones y recomendaciones y que entienda el esfuerzo, las prioridades y los avances que se está haciendo. Para eso necesitan que quien esté al mando de la situación los tenga en cuenta como enlaces con la población.

 Las catástrofes no provocan epidemias, pero en ellas se pueden producir brotes de enfermedades a las que quizá no estemos acostumbrados y que es importante prevenir y saber actuar para tratarlas. Tras la riada las tareas de limpieza, desinfección y salud pública buscan evitar los brotes causados por el desbordamiento de las aguas negras de alcantarillado y asegurar el acceso a agua potable.

La ayuda humanitaria debe ser rápida pero ordenada  ya que recibir  alimentos, ropa y demás elementos, en cantidades desmesuradas, desordenados y mal embalados va a saturar almacenes y estructuras desde las que reclasificarlas y distribuirlas será complejo. En muchas ocasiones el problema no es de disponibilidad de esos elementos en las proximidades, sino de hacerla llegar a donde hacen falta.

Vivimos en un tiempo en el que se desconfía de todo lo que parece oficial o regulado. A pesar de todo, la mejor ayuda es aquella que se hace a través de instituciones preparadas, que tienen experiencia, y que están organizadas. Organizaciones que disponen de grandes almacenes con materiales adecuadamente seleccionados y listos para ser distribuidos y tienen capacidad y experiencia para prepararlos en poco tiempo. La ayuda económica es la que les facilitará la tarea. Que la ayuda se adquiera en los alrededores contribuirá a que su economía maltrecha recupere algo de lo perdido.

Las personas afectadas por estos desastres y de alguna forma  toda la sociedad que contempla el dolor y la desesperación de las víctimas, se encuentra perturbada. La pérdida material y de amigos y seres queridos genera un duelo que debe ser afrontado desde una perspectiva psicosocial.  Se debe prestar especial atención a las personas más vulnerables como niños, ancianos, personas en situación de soledad. El apoyo social de familia, entorno laboral, comunitario y vecinal se hace necesario.

Dicen que de todo se aprende. Esta es una manera dolorosa de hacerlo, pero no nos podemos permitir desaprovechar la oportunidad. Después de la catástrofe es imperativo revisar planes, procedimientos  y organigramas de mando y hacer una evaluación de lo ocurrido junto a los implicados, incluyendo a la población afectada. Será nuestra oportunidad para desarrollar infraestructuras resilientes o incluir lo aprendido en las enseñanzas de las escuelas o de los currículos de las universidades en estudios sanitarios o de ingeniería.

Aprender de los errores para que no se repitan se convierte en la responsabilidad de toda una sociedad. El resultado debe ser que la comunidad comprenda los peligros que la acechan y se esfuerce en reducir su vulnerabilidad empoderandose y haciendo a sus miembros capaces de evitar o afrontar el desastre si este ocurre. Romper el ciclo de los desastres es posible, con el esfuerzo de todos.

 

 

                                                                        WhatsApp Image 2024 11 14 at 16.38.34 1

  © Dr. Luis Roberto Jiménez Guadarrama

Médico de emergencias de CES 061. Servicio Provincial de Granada.

Grupo de trabajo de incidentes con Múltiples Víctimas y desastres de SEMES.

 

 

Deja tu comentario

  1. Documento de alto interés y referencia sobre el tema, con visión de gran angular. Te felicito!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Articulos relacionados

Síguenos...

0SeguidoresSeguir
132SeguidoresSeguir

Últimas entradas

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Puedes visitar nuestra página de privacidad y cookies en Politica de Privacidad