La incorporación de un dispositivo portátil, no invasivo, eleva hasta un 13% a cinco años la supervivencia frente al tratamiento convencional, que es de un 5% en ese mismo periodo.
El glioblastoma es el tumor cerebral maligno más frecuente en adultos. Muy agresivo y de rápido crecimiento, sin tratamiento puede ocasionar la muerte en menos de seis meses. Se estima que cada año son diagnosticados en España entre 1.400 y 2.400 pacientes nuevos. Tiene un pico de mayor incidencia en la sexta década de la vida y las personas que lo sufren forman un colectivo vulnerable que suelen presentar mayor tasa de síntomas de depresión que otros grupos afectados de otros procesos oncológicos.
A pesar de las estrategias terapéuticas, se trata de un proceso de no muy buen pronóstico, por lo que el desafío se sigue centrando en ‘descifrar’ sus mecanismos más íntimos en cuanto a origen y comportamiento de los que puedan desprenderse abordajes de mayor eficacia. De ello depende que la supervivencia de las personas afectadas vaya en aumento con la máxima calidad de vida.
Actualmente, hospitales de toda España llevan a cabo una innovadora estrategia para el tratamiento de estos tumores cerebrales basada en la administración de campos electromagnéticos a través de un dispositivo portátil, denominado TTFields, que se coloca sobre la cabeza del paciente y, de manera no invasiva, induce continuamente campos eléctricos de baja o moderada intensidad de manera intermitente para eliminar las células tumorales.
Hasta la fecha, 42 son los pacientes tratados con este novedoso sistema en España que «ha sido el único avance real en los últimos veinte años en el abordaje de tumores cerebrales ya que consigue aumentar su supervivencia en cinco meses y retrasar el deterioro neurológico de quienes lo padecen. Además se puede combinar con el tratamiento farmacológico, lo que abre la puerta a poder probarlo con más tratamientos, y no altera la calidad de vida de los pacientes, señala a DM Pedro Pérez Segura, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid.
En este centro, un equipo multidisciplinar coordinado por especialistas en Neurooncología ha tratado a ocho de los 42 pacientes en España que están siguiendo esta terapia, lo que convierte al Clínico en el uno de los hospitales españoles -el primero entre los madrileños- con mayor experiencia en este tipo de tratamiento.
Esta estrategia, presente también en otros países europeos, está indicada para pacientes adultos diagnosticados recientemente de glioblastoma en los que se lleva a cabo un tratamiento local de inicio, ya sea una biopsia o cirugía, y que reciben después tratamiento combinado de radioterapia y quimioterapia. «Este dispositivo se aplica cuando los pacientes se encuentran en la fase de la quimioterapia, por lo que no se trata de una estrategia de rescate, sino que forma parte de la terapia de primera línea», indica el oncólogo.
El impacto en supervivencia que tiene el añadir este novedoso dispositivo al tratamiento convencional es de cuatro meses respecto a la terapia estándar. «Quizás lo más interesante es que a largo plazo -cinco años-, la supervivencia en estos pacientes con el tratamiento convencional es de un 5% a cinco años. Sin embargo, cuando utilizamos el dispositivo, esa supervivencia se eleva hasta un 13% a cinco años, lo que supone dos o tres veces más de supervivientes que con el tratamiento estándar». De hecho, en España existe un paciente que sigue viviendo después de 10 años con el dispositivo funcionando
El mecanismo de acción de esta terapia basada en campos electromagnéticos es múltiple. Por un lado, y según explica Pérez Segura, actúa eliminando células por el efecto directo de la electricidad. «Los datos en cultivos celulares de este tumor indican que cuando se aplica el campo eléctrico las células se mueren. El problema es que si se deja de administrar, vuelven a aparecer». Por ello se insiste en que el tiempo del día en el que se aplique la terapia sea el máximo posible, estableciéndose, al menos, en un 75-80%.

De la misma forma, esta terapia altera la barrera hematoencefálica, lo que facilita también que los fármacos lleguen de una manera más adecuada al tumor. Otro efecto se relaciona con la mejora de la reacción inmunitaria del organismo frente al tumor. «Realmente, son varios efectos que reman a favor; o bien por la eliminación directa del tumor o facilitando que otros tratamientos puedan ser efectivos».
Las posibles contraindicaciones para beneficiarse de esta terapia son que el paciente no pueda estar, al menos, entre un 75-80% del tiempo del día con el dispositivo puesto, así como personas con trastornos cognitivos como Alzheimer, demencia u otras enfermedades neurológicas, como esclerosis múltiple, en las que se desconoce si podrían empeorar por el tratamiento electromagnético.
Comités multidisciplinares de expertos, esenciales
Es evidente que el manejo de los pacientes con tumores cerebrales resulta más eficaz cuando se plantea desde una perspectiva multidisciplinar en la que intervienen especialistas de Oncología Médica, Neurología, Neurocirugía, Psicología Clínica, Enfermería y Medicina Física y Rehabilitación.
Todos ellos participan en algún momento del proceso, cada uno desde su ámbito de actuación, para proporcionar la atención más completa posible.
Así, este nuevo dispositivo podría aplicarse en cualquier hospital, pero que «lógicamente dispongan de comités neurooncológicos y equipos multidisciplinares», señala el responsable de Oncología Médica del Clínico, quien indica que su equipo participó en el ensayo clínico en el que se observó la efectividad de este tratamiento y que condujo a la aprobación del dispositivo por las agencias reguladoras.
El dispositivo con el que se lleva a cabo esta terapia consta de un generador de corriente, conectores, una batería y una mochila que los pacientes llevan a la espalda, realizando una vida completamente normal ya que suele ser bien tolerado. El paciente lleva una batería que va unida a unos cables que se pegan al cuero cabelludo -la cabeza se deja totalmente alopécica-, y que se fijan en la piel mediante unos apósitos.
La técnica se basa en la aplicación de campos electromagnéticos a través de los que se producen impulsos de mediana intensidad de manera intermitente. La supervivencia de estos pacientes con el dispositivo está asociada a su uso, es decir, que cuánto más tiempo lo utilicen mayor podría ser su supervivencia.
«Se ha observado que la relación entre respuesta tumoral y tiempo del día en el que el dispositivo está funcionando es proporcional, es decir, cuánto más tiempo se lleva puesto y funcionando, más posibilidades existen de respuesta terapéutica», señala Pérez Segura quien señala que se «plantea que debería estar puesto, al menos, entre el 75-80% del tiempo del día para que realmente ejerza efecto, si bien lo ideal es que al menos lo lleven durante el 90% del tiempo diariamente».
En lo que se refiere a las dosis administradas, el especialista aclara que en este caso son moderadas. En Medicina se emplean los marcapasos, por ejemplo, que son de baja frecuencia, o los bisturís para realizar ablaciones, que son de alta frecuencia. En el caso de este dispositivo se emiten dosis de frecuencia media porque «permite destruir las células tumorales sin dañar el tejido cerebral». En estos momentos, algunas investigaciones estudian, todavía sin datos concluyentes, si aumentando la intensidad del campo se podría elevar la eficacia del tratamiento, pero «siempre con mucha prudencia para no dañar el tejido cerebral».
La tolerancia, en líneas generales, es muy buena, según se observa en el estrecho seguimiento que se realiza en las consultas de Oncología. Puede aparecer algún tipo de irritación local cutánea que se considera realmente grave en un porcentaje muy pequeño: entre un 2-3% presenta toxicidad cutánea importante. En aquellos pacientes que presentan una toxicidad leve o moderada, la estrategia, además de aplicar tratamientos tópicos, es cambiar los electrodos de zona cutánea. En los casos en los que estas medidas no son suficientes, se puede parar el tratamiento y retomarlo posteriormente hasta que la piel se recupera.
En cualquier caso, y a pesar de la posibilidad de aparición de este tipo de reacciones y del tiempo diario que el paciente debe utilizar el dispositivo, la calidad de vida de los pacientes no sufre alteraciones de consideración. De hecho, en el ensayo que resultó en la aprobación de este tratamiento, se comprobó que la calidad de vida de estos pacientes no empeoraba en relación con la del grupo de pacientes que no seguían la terapia con este dispositivo.
«Los datos de vida real existentes indican que los pacientes conviven muy bien con este tipo de dispositivo», señala Pérez Segura quien además considera importante que con esta terapia «se transmite al paciente que está activamente involucrado en su tratamiento puesto que cuanto más tiempo mantenga el tratamiento más posibilidades tiene de mejorar, hecho que se convierte en una motivación».
Recuerda además que no son pocos los pacientes que siguen desarrollando su vida laboral, que hacen deporte, que viajan, portando en este caso un certificado de que se lleva ese dispositivo en el momento de pasar por los escáneres de medios de transporte.
Las dificultades que plantea el glioblastoma
El glioblastoma es uno de los tumores cerebrales más agresivos. Su rápida evolución y su mal pronóstico se acompañan de unas elevadas cifras de mortalidad entre los afectados.
Tratamientos recientes, como la inmunoterapia o las terapias dirigidas contra alteraciones genéticas concretas, no están ofreciendo e glioblastoma las respuestas que estas estrategias han mostrado en otros procesos tumorales.
Últimamente, se han desarrollado ensayos con CAR-T en este tumor cerebral con la esperanza de que se puedan abrir expectativas terapéuticas similares a las conseguidas en cánceres hematológicos, por ejemplo.
El responsable de Oncología Médica del Hospital Clínico, Pedro Pérez Segura, subraya que «se trata de un tumor que se comporta de una manera absolutamente diferente al resto de tumores de nuestro organismo. Por ello, es probable que haya que plantear otros abordajes para un tumor que presenta además otra dificultad: es de difícil investigación porque es infrecuente, lo que limita el reclutamiento de pacientes para ensayos».
A estos aspectos se suma el hecho de que los afectados por glioblastoma son pacientes complejos: suelen presentar déficits neurológicos y con mala situación general. «Los problemas funcionales que presentan suelen dificultar que puedan acudir a los hospitales para participar en ensayos clínicos».
(Noticia publicada en la edición de Diario Médico el sábado 16 de noviembre de 2024).