En Viena se presenta un estudio que analiza la formación de los especialistas en Enfermedades Infecciosas en toda Europa: España es el único país que no reconoce la especialidad.
La pandemia de covid-19 nos dejó un mensaje claro: ni por asomo hemos acabado con las enfermedades infecciosas. La potabilización del agua, la mayor higiene, las vacunas o los antibióticos nos hicieron pensar que las teníamos bajo control, a pesar de algunos baches importantes como la epidemia de VIH en los 80 y sustos más recientes como el Ébola, el virus del Zika, la Mpox o los sobresaltos que nos sigue dando la gripe aviar -el martes falleció en México una niña de tres años, el primer caso en humanos detectado en este país, mientras en enero se registró la primera muerte por esta causa en EEUU, un hombre de 65 años-. El SARS-CoV-2 nos dio una bofetada de realidad y nos recordó que las zoonosis, agravadas por el cambio climático y el aumento de las resistencias a los antimicrobianos vislumbran un futuro en el que las enfermedades infecciosas se han convertido en uno de los mayores problemas de salud pública global.