Los incendios forestales se relacionan con el aumento de mortalidad por causas respiratorias y cardiovasculares, además, pueden afectar a la salud mental de las personas y contribuyen a la despoblación del territorio
Se calcula que los incendios forestales aumentarán un 30% para 2050 y un 50% para el fin de siglo debido al cambio climático, que potencia su virulencia y dificulta su extinción
La Sociedad Española de Epidemiología recuerda la importancia de contar con herramientas y planes de actuación que integren la perspectiva de salud pública y de reforzar la protección de la población con mayor riesgo
Martes, 19 de agosto.– La Sociedad Española de Epidemiología (SEE), quiere expresar su preocupación ante la ola de incendios forestales y las elevadas temperaturas que afectan a España y que, por el momento, ya han arrasado más de 300.000 hectáreas. Hay que recordar que España no es el único país europeo afectado, ya que, en Portugal, junto a la frontera española, así como en otros países europeos, también se está sufriendo incendios forestales.
Además de las consecuencias más inmediatas y visibles, como los daños materiales y personales, fallecimientos directos e indirectos, los desalojos y confinamientos o la pérdida de biodiversidad, los incendios forestales tienen otros efectos negativos para la salud de la población. Su humo está asociado a aumentos de mortalidad por causas respiratorias y cardiovasculares. Además, emiten partículas altamente tóxicas que pueden llegar a miles de kilómetros de distancia y cuyos efectos se relacionan con ingresos hospitalarios, partos prematuros e incluso bajo peso al nacer. A esto hay que añadir el riesgo de seguridad alimentaria y malnutrición, el acceso a agua potable, así como el riesgo que estos incendios suponen para las personas trabajadoras al aire libre y/o para las que trabajan en la propia extinción de los fuegos.
Asimismo, la sociedad científica subraya que ciertos fenómenos meteorológicos como las inundaciones, los incendios forestales o las olas de calor pueden afectar a la salud mental. En este sentido, desde la SEE recuerdan que España también ha vivido una ola de calor de 16 días de duración, una de las más largas de la historia, y que ha puesto en riesgo la salud de la población más vulnerable. Los incendios forestales, además, contribuyen a la despoblación, en zonas ya muy afectadas por ese fenómeno, lo cual tiene también consecuencias directas sobre la salud de la población, como desplazamientos y desarraigos, pérdidas sociales, o menor acceso a servicios asistenciales sanitarios, entre otras.
La convergencia entre incendios de gran magnitud, deforestación y cambio climático constituye una amenaza real y creciente para la salud pública. Independientemente del origen de los fuegos, la SEE advierte de que el cambio climático potencia su virulencia y dificulta su extinción. De hecho, los incendios forestales aumentarán un 30% para 2050 y un 50% para fin de siglo debido a la crisis climática, según un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Los incendios y otros fenómenos meteorológicos extremos, que serán cada vez más frecuentes, son una amenaza global que requiere de preparación y respuesta inmediata. En este contexto, la SEE recuerda la importancia de contar con herramientas y planes de actuación que integren la perspectiva de salud pública. Por ello hacen un llamamiento a reforzar, también desde la salud pública, la vigilancia, la prevención y la protección de la población con mayor riesgo: personas mayores, menores de edad, personas sin hogar o en riesgo habitacional, o con enfermedades crónicas. Ante esta y otras catástrofes, la atención a las personas en situación de vulnerabilidad debe ser una prioridad, garantizando el acceso a medicamentos, alimentación adecuada y apoyo psicológico.
Para ello, la SEE también destaca la importancia de contar con profesionales formados en epidemiología de campo y respuesta ante emergencias sanitarias, para lograr actuaciones rápidas y eficaces que permitan proteger la salud pública y mitigar el impacto de estos fenómenos en la ciudadanía. Todo ello, desde un enfoque de Salud Global (‘One Health’) y sin olvidar la necesidad de apostar por invertir en la prevención, la profesionalización de los equipos de intervención y la educación y sensibilización ciudadana.
El cambio climático no afecta solo a un bosque, a una comarca o a una región de un país: debe ser abordado globalmente y pensando en las generaciones venideras. Esto requiere planificación, organización, monitorizacion, profesionalización e inversión en recursos, con el fin de tener una adecuada prevención, gestión y recuperación.


