La doctora Esther Verdaguer Rosàs es Doctora en psicología. Con formación en Trabajo clínico y salud mental, así como en Psicoterapia Psicoanalítica individual y grupal. Siempre ha sido una mujer apasionada, con iniciativa y muy expeditiva, desde muy joven ha estado interesada en entender la impulsividad humana. Su trayectoria profesional se caracteriza por un alto nivel de compromiso, responsabilidad y rapidez en la resolución de problemas. Posee una amplia experiencia ayudando a niños con Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), lo que le ha permitido desarrollar una gran capacidad de empatía y comprensión de las dinámicas emocionales y conductuales, y posteriormente especializada en el tratamiento de los Trastornos de la Personalidad.
Cada vez piensa más que hay que entender a la persaona desde un punto de vista global, por lo que me formó en Investigación en Psicología de la Salud y psicoterapia, y como investigadora asociada al Departamento de Pareja y Familia de la URL, y posteriormente en crianza respetuosa.
¿Cómo describiría el estado actual de la salud mental en nuestra sociedad?
Respuesta.- En la actualidad, nuestra sociedad atraviesa una crisis silenciosa en materia de salud mental. En los últimos años se ha registrado un incremento notable de los problemas psicológicos, especialmente entre adolescentes y jóvenes.
Diversos factores han contribuido a esta realidad: la incertidumbre social, la precariedad laboral, el aislamiento y el uso intensivo de las redes sociales han potenciado los niveles de ansiedad, depresión, autolesiones y otras conductas de riesgo.
Si bien existe hoy una mayor visibilidad y un menor estigma en torno a la salud mental, persiste una brecha significativa entre la creciente demanda de apoyo y la disponibilidad real de recursos. Esta falta de acceso a una atención adecuada se ve agravada por la insuficiente implementación de programas de intervención temprana.
En síntesis, la situación es compleja y contradictoria: aunque se ha avanzado en la concienciación social, todavía estamos lejos de contar con los medios necesarios para dar una respuesta efectiva a los desafíos del bienestar psicológico.
¿Cuáles son las principales señales de alarma que indican que una persona necesita ayuda psicológica?
Respuesta.- Las señales de alarma que pueden indicar la necesidad de ayuda psicológica se manifiestan a través de cambios notables en la conducta, los pensamientos y las emociones de una persona. Entre ellas destacan:
- Cambios emocionales: tristeza o apatía persistente, irritabilidad marcada, sentimientos de desesperanza, inutilidad o vacío emocional.
- Cambios en el comportamiento: aislamiento social, alteraciones significativas en el sueño o la alimentación, consumo problemático de sustancias, descuido del autocuidado e, incluso, conductas de autolesión.
- Dificultades cognitivas y físicas: problemas de concentración, confusión mental, así como la aparición de síntomas físicos sin causa médica aparente (dolores de cabeza, malestar gastrointestinal, fatiga).
La señal más crítica y que requiere atención inmediata es cualquier expresión o indicio de ideación suicida.
Reconocer estas señales implica una llamada a la acción, ya que resulta fundamental ofrecer apoyo y alentar a la persona a buscar ayuda profesional lo antes posible.
«El diagnóstico de la persona con TLP exige experiencia clínica y sensibilidad profesional, para diferenciarlo de otras patologías y evitar el riesgo de juicios precipitados o prejuicios estigmatizantes»
¿Cómo se diagnostica el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) y qué dificultades suele haber en ese proceso?
Respuesta.- El diagnóstico del Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) se realiza mediante una entrevista clínica exhaustiva, basada en la identificación de cinco o más de los nueve criterios definidos en el DSM-5. Estos criterios abarcan aspectos como la inestabilidad emocional, las relaciones interpersonales, la autoimagen, la impulsividad y la presencia de conductas suicidas o autolesivas.
Sin embargo, el proceso diagnóstico presenta diversas dificultades:
- Comorbilidad: el TLP suele coexistir con otros trastornos (depresión, ansiedad, abuso de sustancias, TDAH, entre otros), lo que complica la diferenciación de síntomas.
- Complejidad clínica: los síntomas son heterogéneos y, en ocasiones, se manifiestan de forma caótica o fluctuante.
- Superposición con la adolescencia: en personas jóvenes, la inestabilidad emocional y la búsqueda de identidad pueden confundirse con características propias de esa etapa evolutiva.
En conclusión, el diagnóstico de la persona con TLP exige experiencia clínica y sensibilidad profesional, para diferenciarlo de otras patologías y evitar el riesgo de juicios precipitados o prejuicios estigmatizantes.
¿Qué se puede hacer para disminuir las cifras de suicidio en pacientes con TLP?
Respuesta.- La reducción del riesgo suicida requiere detección temprana, intervención especializada y acompañamiento continuado. Nosotros, en nuestro Centro de Psicoterapia Itersia, usamos una serie de estrategias que nos han resultado muy efectivas:
- Psicoterapia basada en la evidencia: trabajamos con diferences enfoques según la necesidad del paciente, como la Terapia Dialéctica Conductual (DBT), la Terapia Focalizada en la Transferencia (TFP) y la Terapia Basada en la Mentalización (MBT) han demostrado eficacia clínica.
- Intervención en crisis rápida y accesible, con la elaboración de un plan de seguridad individualizado.
- Acompañamiento familiar y psicoeducación, para favorecer la comprensión y el apoyo del entorno.
- Prevención del consumo de sustancias, dado que incrementa significativamente el riesgo de conductas suicidas.
- Tratamiento farmacológico, cuando está indicado, como complemento a la psicoterapia.
Con un tratamiento integral y sostenido en el tiempo, se logra una disminución significativa de los intentos de suicidio y de las conductas autolesivas.
El suicidio es una de las diez principales causas de muerte en España. Estos datos evidencian que algo está fallando…
Respuesta.- Efectivamente, el elevado número de suicidios en España refleja un fallo sistémico, no individual. Se trata de un problema complejo que pone de manifiesto carencias en distintos niveles de nuestra sociedad.
- Falta de recursos y accesibilidad: el sistema de salud mental carece de los recursos públicos necesarios para responder a la creciente demanda. Esto se traduce en largas listas de espera y en la ausencia de atención temprana, lo que dificulta una intervención rápida y eficaz en momentos críticos. A ello se suma una débil coordinación entre atención primaria, salud mental y servicios sociales, que genera barreras adicionales para quienes buscan ayuda.
- Deficiencias en educación y formación: la educación emocional aún no está suficientemente integrada en los centros educativos, lo que limita la capacidad de los jóvenes para gestionar sus emociones y pedir apoyo. Por otro lado, muchos profesionales sanitarios no cuentan con la formación específica para detectar de manera adecuada el riesgo suicida. El estigma, aunque ha disminuido, sigue siendo un obstáculo que impide hablar abiertamente del sufrimiento y solicitar ayuda.
En conclusión, es necesario un cambio estructural en el abordaje de la salud mental, que incluya mayor inversión, más profesionales cualificados, programas de prevención sólidos y, sobre todo, una sociedad que fomente una conversación abierta, empática y libre de juicios sobre el bienestar emocional.
DESCUBRE A… LA DRA. ESTHER VERDAGUER EN DIEZ PREGUNTAS
¿Qué debe hacer una persona si sospecha que alguien está en riesgo de suicidio?
Respuesta.- Lo primero y más importante es actuar. Nunca hay que quedarse en silencio ni minimizar la situación. Algunas pautas esenciales son:
- Hablar de forma directa y sin juicios. Pregunta abiertamente cómo se siente la persona. Es un mito creer que hablar de suicidio puede inducirlo; al contrario, puede aliviar su sufrimiento y hacerle sentir que no está sola.
- Escuchar con empatía. Practica una escucha activa, sin minimizar su dolor ni recurrir a frases como “tranquilízate” o “no es para tanto”. Validar sus emociones es fundamental.
- No dejarla sola. Si la persona ha compartido sus pensamientos, procura acompañarla, sobre todo si ha expresado un plan o intención. La presencia física es clave para garantizar su seguridad inmediata.
- Buscar ayuda profesional de inmediato. Contacta con familiares, profesionales de salud mental o servicios de emergencia. No es tu responsabilidad resolver el problema, pero sí conectar a la persona con los recursos adecuados. En España, puedes llamar al 024 (Línea de atención a la conducta suicida) o al 112 en caso de urgencia.
- Reducir el acceso a medios letales. Si es posible y seguro, retira objetos o sustancias que la persona podría utilizar para hacerse daño (medicación, armas, etc.), siempre con cautela para no generar una reacción adversa.
En definitiva, el acompañamiento cercano y la detección temprana son fundamentales para salvar vidas.
¿Qué medidas deberíamos adoptar para frenar el suicidio juvenil?
Respuesta.- Para abordar el suicidio juvenil de forma efectiva, es imprescindible una estrategia integral que vaya más allá de la respuesta a la crisis e incluya prevención, detección temprana y mejora en el acceso a la ayuda.
- Educación y prevención desde la infancia: integrar la educación emocional y la salud mental en el currículo escolar desde las primeras etapas. Enseñar a niños y adolescentes a reconocer y gestionar sus emociones, desarrollar resiliencia y adquirir habilidades de afrontamiento saludables es clave. Esto implica también romper el estigma y normalizar la conversación sobre el malestar psicológico en la familia, la escuela y la sociedad.
- Detección temprana en todos los entornos: formar a los profesionales que acompañan a los jóvenes en su día a día —profesores, pediatras, educadores, entrenadores— para que puedan identificar señales de alarma. Además, los servicios de salud mental deben contar con protocolos de cribado de riesgo suicida de manera regular.
- Fortalecimiento de las redes de apoyo: crear espacios seguros donde los jóvenes se sientan conectados y valorados. Esto incluye programas comunitarios, actividades extraescolares y el fomento de relaciones sanas. También es necesario regular el impacto de las redes sociales, donde la presión estética y la comparación constante generan sufrimiento emocional.
- Mejora de la atención psicológica: aumentar la inversión en salud mental para reducir las listas de espera y garantizar una atención accesible, ágil y adaptada a las necesidades de los jóvenes. Formatos más flexibles y menos formales pueden facilitar que pidan ayuda.
En conclusión, la prevención del suicidio juvenil debe ser integral y multidimensional, trabajando de forma coordinada en los ámbitos personal, escolar, familiar y comunitario.
«Aunque no se trata de una enfermedad infecciosa, el suicidio tiene un impacto social, emocional y sanitario equiparable al de una crisis de salud pública de gran envergadura»
¿Podemos calificar el suicidio como una ‘pandemia silenciosa’?
Respuesta.- Sí, es una metáfora adecuada para describir la magnitud y las características actuales de este problema.
Aunque no se trata de una enfermedad infecciosa, el suicidio tiene un impacto social, emocional y sanitario equiparable al de una crisis de salud pública de gran envergadura. Se habla de una pandemia “silenciosa” porque el tema sigue rodeado de tabúes y estigmas, y muchas muertes no se visibilizan ni se registran con precisión.
Romper este silencio es un paso indispensable para avanzar en la prevención. Reconocer el suicidio como una pandemia silenciosa permite dimensionarlo como un problema de salud pública global, visibilizarlo y movilizar los recursos necesarios para enfrentarlo de manera efectiva.
Factores determinantes en la prevención del suicidio: soledad, precariedad, redes sociales…
Respuesta.- La soledad, la precariedad y el uso de las redes sociales son factores determinantes en la salud mental y, en consecuencia, en la prevención del suicidio, especialmente entre los jóvenes. No actúan de forma aislada, sino que suelen entrelazarse y potenciarse mutuamente:
- Soledad y aislamiento: constituyen uno de los principales factores de riesgo. Sentirse desconectado, incomprendido o sin vínculos significativos genera desesperanza profunda. No se trata solo de la falta de compañía física, sino de la ausencia de conexión emocional auténtica.
- Precariedad económica y vital: la incertidumbre respecto al futuro, la dificultad de acceso al empleo y a la vivienda, así como la presión por alcanzar estándares de vida inalcanzables, generan una gran carga emocional y vulnerabilidad psicológica.
- Redes sociales: desempeñan un papel ambivalente. Por un lado, la exposición a vidas idealizadas, la comparación constante, el ciberacoso y la dependencia de la validación externa pueden afectar gravemente a la autoestima. Por otro, para algunas personas representan una fuente de apoyo y conexión, al facilitar el acceso a comunidades y recursos que no encuentran en su entorno inmediato.
En definitiva, la prevención del suicidio requiere un abordaje integral, que contemple intervenciones a nivel individual, familiar, educativo y social, y que tenga en cuenta la interacción de estos factores en la vida de los jóvenes.
¿Es posible prevenir todos los suicidios?
Respuesta.- Lamentablemente, no es posible prevenir el 100% de los suicidios. Sin embargo, esto no significa que sean inevitables: la gran mayoría pueden prevenirse mediante detección temprana, intervención adecuada y apoyo continuado. El suicidio no es una fatalidad, sino el resultado de la acumulación de múltiples factores de riesgo que, en muchos casos, pueden abordarse.
El objetivo de la prevención es reducir drásticamente su incidencia, lo cual requiere:
- Detección temprana de los signos de riesgo.
- Formación de profesionales en evaluación e intervención en crisis.
- Fortalecimiento de redes de apoyo familiares, comunitarias y sociales.
- Normalización de la búsqueda de ayuda y eliminación del estigma asociado a la salud mental.
El gran reto es pasar de una visión reactiva (centrada solo en la crisis) a una estrategia proactiva, enfocada en la prevención y en la construcción de una sociedad más saludable y conectada.
Si bien siempre habrá casos difíciles de prever, una atención accesible y de calidad puede salvar miles de vidas cada año.