El doctor José Miguel Ramos Fernández es especialista en Pediatría y sus áreas específicas; Doctor en Medicina con premio extraordinario de Doctorado por la Universidad de Málaga.
Es el Jefe de Sección de Neurología Pediátrica en el Servicio de Pediatría del Hospital Regional Universitario Materno-Infantil de Málaga con amplia experiencia y dedicación a los trastornos del neurodesarrollo y enfermedades neurológicas de la infancia.
A su vez, es Profesor Honorario colaborador de la asignatura de Pediatría en la Facultad de Medicina y la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga, Tutor clínico de pregrado para alumnos de medicina, e Investigador del grupo multidisciplinar pediátrico del Instituto investigación biomédica de Málaga (IBIMA).
Es miembro numerario de la Asociación Española de Pediatría AEP y de la Sociedad Española de Neurología Pediatrica SENEP, y vocal de la Junta directiva Asociación Andaluza de Neurociencias del Desarrollo, y vocal de la Comisión de Ética y Deontología Médica del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos.
Es autor de numerosas publicaciones científicas y ha participado en un buen numero de congresos de la Asociación Española de Pediatria.
¿Qué es exactamente la migraña infantil y en qué se diferencia de la migraña en adultos?
Respuesta.- La migraña infantil es un tipo de cefalea primaria recurrente; es decir, un dolor de cabeza que no se debe a otra enfermedad identificable y que tiende a repetirse en el tiempo. En esencia, se trata de la misma enfermedad neurológica crónica que sufren los adultos, con una base poligénica importante (es común que haya antecedentes familiares) y una causa última no del todo clara. Ahora bien, en los niños la migraña a menudo presenta características clínicas algo distintas a las del adulto, debido a que su cerebro está en desarrollo y su forma de expresar el dolor es diferente. Por ejemplo, en edad preescolar o escolar temprana, el dolor suele ser bilateral (en toda la cabeza) y el niño pequeño lo describe como “pinchazos”, mientras que en adolescentes y adultos es más típico un dolor unilateral pulsátil. Asimismo, los niños suelen experimentar más síntomas gastrointestinales y autonómicos durante la migraña, como náuseas, vómitos, dolor abdominal, palidez u ojeras, a veces incluso sin referir dolor de cabeza intenso. De hecho, algunos niños pequeños pueden tener episodios migrañosos que se manifiestan principalmente como dolor abdominal recurrente, mareos o vómitos cíclicos, en lugar de cefalea, lo que llamamos “equivalentes migrañosos”. Además, la duración de las crisis en la infancia suele ser menor: las migrañas infantiles pueden durar desde una hora hasta unas pocas horas (raramente exceden 1–2 días), mientras que en el adulto típicamente las cefaleas migrañosas duran 4 horas o más si no se tratan. Un punto a destacar es que antes de la pubertad la migraña afecta por igual a niños y niñas, mientras que a partir de la adolescencia comienza a ser más frecuente en el sexo femenino, diferencia que se mantiene en la edad adulta. Esto coincide con los cambios hormonales, ya que tras la menarquia la migraña suele predominar en las niñas.
«La SENEP ha alertado que esta patología puede comenzar incluso en edades tempranas y ha pedido darle mayor visibilidad para combatir su impacto»
¿Qué está aportando la SENEP para frenar esta enfermedad?
Respuesta.- La Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP) desea desempeñar un papel clave en la concienciación y abordaje de la migraña infantil. Por ello, con motivo del Día Internacional de Acción contra la Migraña (12 de septiembre), ha alertado que esta patología puede comenzar incluso en edades tempranas y ha pedido darle mayor visibilidad para combatir su impacto. La SENEP enfatiza la importancia de reconocer los síntomas a tiempo y acudir al neurólogo pediátrico cuando las crisis sean muy frecuentes o aparezcan signos atípicos de alarma, con el fin de prevenir consecuencias en el niño. La SENEP contribuye a frenar esta enfermedad mediante la divulgación, la formación y la elaboración de protocolos clínicos, llamando la atención sobre su impacto en la infancia para que deje de ser subestimada y sea atendida adecuadamente.
¿A qué edad suele aparecer con más frecuencia la migraña en los niños?
Respuesta.- La migraña puede debutar a cualquier edad– incluso se han descrito casos en edad preescolar – pero la etapa de mayor frecuencia de aparición es alrededor de la escolaridad tardía y la adolescencia temprana. En términos de prevalencia, se estima que hasta un 5–10% de los niños pueden padecer migraña, con un claro aumento en la adolescencia. Muchos pacientes experimentan sus primeras crisis migrañosas en la pubertad, coincidiendo con los cambios hormonales propios de esa edad. De hecho, suele observarse que la migraña empieza un poco antes en los niños que en las niñas, mientras que en estas puede debutar algo más tarde, alrededor de la menarquia (primera menstruación).
En la práctica, esto significa que lo habitual es que la migraña aparezca entre los 10 y 15 años, aunque no es una regla rígida. Hay niños que comienzan con migrañas incluso con 5–7 años, pero son menos comunes. Antes de la pubertad, la migraña no muestra preferencia por sexo, pero tras la pubertad aumenta en frecuencia en las chicas adolescentes como ya he dicho anteriormente.
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¿Cuáles son los síntomas más típicos de la migraña en niños pequeños, que a veces no saben describir bien su dolor?
Respuesta.- En niños pequeños, la migraña puede ser difícil de reconocer porque a menudo no saben expresar bien lo que sienten. Los síntomas típicos pueden manifestarse de forma distinta a la de los adultos. Por ejemplo, un niño de pocos años puede referir que le duele la cabeza con “pinchazos” o “punzadas”, en lugar de describir el clásico dolor pulsátil. Asimismo, es frecuente que en menores de 6 años el dolor no esté bien localizado: tiende a ser bilateral o difuso (les “duele toda la cabeza”) más que focalizado en un lado. Además del dolor, hay signos físicos muy característicos. Suele producirse una gran afectación del estado general del niño durante la crisis: el pequeño puede ponerse pálido, con ojeras, náuseas e incluso llegar a vomitar, quejarse de dolor en el abdomen o mostrarse decaído. Muchos niños, aunque no lo digan con palabras, muestran intolerancia a la luz y al ruido: por ejemplo, buscan irse a un cuarto oscuro, se tapan los oídos o quieren acostarse y dormir durante el episodio. En ocasiones, la migraña pediátrica se manifiesta sin un dolor de cabeza intenso; en su lugar el niño presenta episodios de mareo, dolor abdominal recurrente o vómitos que pueden confundirse con otras patologías. Por eso, ante un niño pequeño que repetidamente se retira de la actividad, se muestra irritable o decaído, con molestias digestivas y que mejora tras dormir, hay que pensar en la migraña como posible causa subyacente aunque él no pueda describir “me duele la cabeza”.
¿Qué signos de alarma deberían poner en alerta a padres y profesores?
Respuesta.- Existen ciertos signos en las cefaleas infantiles que indican la necesidad de consultar al médico de forma urgente, ya que podrían sugerir que no estamos ante una migraña típica sino ante otro problema más serio. Padres y profesores deben estar alerta si un niño con dolor de cabeza presenta alguno de los siguientes síntomas o circunstancias: Fiebre o rigidez de nuca junto con la cefalea (podría indicar una infección del sistema nervioso); Erupción cutánea coincidiendo con el dolor de cabeza; Vómitos persistentes y repetitivos en cada episodio (más allá de 1–2 vómitos habituales en migraña); Alteraciones neurológicas transitorias: por ejemplo, visión borrosa o pérdida de visión, visión doble, dificultad para hablar, confusión, debilidad o entumecimiento en una extremidad (brazo o pierna); Aparición de la cefalea de forma muy brusca e intensa, alcanzando el máximo dolor en pocos segundos (lo que se describiría como “el peor dolor de cabeza de su vida” en un niño); Cambios claros en el patrón habitual de las cefaleas: si de pronto las crisis se vuelven mucho más frecuentes, más intensas, o diferentes a las anteriores sin explicación. A veces, las alteraciones como la pérdida de visión o de fuerza son transitorias en la migraña pero en cualquier caso deben ser evaluadas por el médico para descartar otras patologías graves.
«Para cualquier niño migrañoso es fundamental mantener hábitos de vida saludables que ayuden a reducir la frecuencia de las crisis»
¿Cuáles son las opciones de tratamiento más eficaces y seguras en pacientes pediátricos con migraña?
Respuesta.- El tratamiento de la migraña en niños se basa en dos pilares principales: las medidas no farmacológicas (hábitos y cuidados) y los tratamientos farmacológicos (tanto para las crisis agudas como tratamientos preventivos para mejorar la frecuencia y/o la intensidad).
Para cualquier niño migrañoso es fundamental mantener hábitos de vida saludables que ayuden a reducir la frecuencia de las crisis. Esto incluye llevar una adecuada higiene del sueño (dormir las horas necesarias de forma regular, evitando tanto la falta como el exceso de sueño, ya que ambos pueden desencadenar migraña), realizar ejercicio físico regular, limitar el uso excesivo de dispositivos electrónicos – especialmente antes de dormir – y mantener una dieta equilibrada, sin saltarse comidas y con buena hidratación. En algunos niños ciertos alimentos actúan como desencadenantes de migraña (por ejemplo, chocolate, quesos curados, cítricos, embutidos con aditivos, helados fríos, etc.), por lo que si se identifican desencadenantes dietéticos, se recomienda evitarlos. En adolescentes también es importante evitar el alcohol y el tabaco. Estas medidas de estilo de vida son seguras, no tienen efectos adversos y suelen mejorar el control de la migraña por sí mismas.
Cuando el niño empieza con una crisis de migraña, lo indicado es interrumpir su actividad y propiciar un ambiente favorable para que ceda el dolor. Es decir, hacer que el niño descanse en una habitación con poca luz y ruidos. A la vez, se debe administrar cuanto antes un analgésico apropiado para su edad y peso. Los fármacos de elección en los niños para aliviar el dolor migrañoso son los analgésicos comunes de venta libre: paracetamol e ibuprofeno. Ambos han demostrado ser eficaces y seguros en pediatría cuando se usan a las dosis correctas. Si el niño presenta náuseas o vómitos significativos, puede añadirse un medicamento antiemético para aliviar esos síntomas (por ejemplo, metoclopramida u ondansetrón, según la edad). Es importante iniciar el tratamiento analgésico lo antes posible desde el inicio del dolor, ya que así mejora su efectividad.
En casos donde el dolor de la migraña no cede con analgésicos habituales, o las crisis son muy incapacitantes, el neurólogo puede pautar medicamentos específicos para migraña de la familia de los triptanes. Varios triptanes se han estudiado en población pediátrica; por ejemplo, el rizatriptán en comprimidos bucodispersables se ha usado en niños de 6 a 17 años con buenos resultados, y ciertos triptanes en spray nasal (como zolmitriptán o sumatriptán) se recomiendan a partir de 12 años. Los triptanes deben ser prescritos por el especialista y utilizados siguiendo sus indicaciones, ya que no todos están aprobados para todas las edades. Cabe mencionar que no se debe abusar de los analgésicos, sean convencionales o triptanes: si se administran en exceso pueden provocar cefaleas por sobreuso de la medicación. Por ello, si un niño necesita medicación para el dolor de cabeza casi a diario, hay que reevaluar el plan terapéutico.
Por último, si las migrañas son muy frecuentes o severas, afectando su calidad de vida de forma importante, se considera iniciar un tratamiento preventivo. Estos son medicamentos que el niño toma a diario o de forma regular para reducir la frecuencia e intensidad de las crisis migrañosas. Existen diversos fármacos preventivos con evidencia en niños: algunos beta-bloqueantes (como el propranolol), antagonistas del calcio como la flunarizina, ciertos antiepilépticos (p. ej. topiramato o valproato a dosis bajas) entre otras opciones, según cada caso. La elección depende del perfil del paciente (edad, comorbilidades, patrón de migraña). Estos tratamientos suelen prolongarse por varios meses y luego revaluar si las crisis han disminuido. El objetivo es lograr que la frecuencia de migraña baje significativamente (idealmente por debajo de 1 episodio al mes, por ejemplo) y permitir al niño llevar una vida normal.
¿Cómo afecta la migraña a la vida escolar y social de los niños?
Respuesta.- La migraña puede tener un impacto significativo en la vida escolar y social de un niño, especialmente cuando las crisis son frecuentes. En el ámbito académico, las migrañas son una causa importante de ausentismo escolar: el niño puede perder días de clase debido al dolor intenso o a las visitas médicas. Incluso cuando asiste, un niño con migraña puede tener dificultades de concentración y rendimiento si padece dolor de cabeza durante la jornada. Estudios epidemiológicos señalan que la migraña es una de las principales causas neurológicas de discapacidad entre los 5 y 19 años, justamente por las ausencias escolares, el menor rendimiento académico y la peor calidad de vida que conlleva en esta población. Un niño migrañoso tiene un 30% más de probabilidades de bajar su rendimiento escolar en comparación con niños sin cefalea, según algunos datos, debido a la interrupción frecuente de sus actividades. Todo esto puede traducirse en calificaciones más bajas, retrasos en el aprendizaje o necesidad de apoyos educativos adicionales.
En el aspecto social y emocional, la migraña también pasa factura. Durante las crisis, el niño suele aislarse (se encierra en una habitación oscura, en silencio) y no puede participar en las actividades con sus amigos o familia. Si las migrañas ocurren de forma impredecible, el niño puede desarrollar ansiedad anticipatoria, temiendo que el dolor aparezca en medio de clases, un examen o un cumpleaños, lo que le hace retraerse de ciertas situaciones.
¿Un niño que padece migrañas frecuentes debe limitar su actividad física o deportiva?
Respuesta.- En general, no se debe privar a un niño con migrañas de la actividad física o el deporte, salvo indicación médica específica. De hecho, el ejercicio regular es una de las recomendaciones para ayudar a controlar la migraña, ya que mejora la salud cardiovascular, reduce el estrés y promueve un mejor sueño. Mantenerse activo físicamente forma parte de los hábitos saludables que benefician al paciente migrañoso. Por tanto, un niño que sufre migrañas frecuentes puede y debe participar en la educación física escolar, jugar y hacer deporte acorde a su edad, como cualquier otro niño, siempre y cuando en ese momento no esté cursando una crisis de dolor. Ahora bien, es importante tomar ciertas precauciones: durante una crisis migrañosa activa, el esfuerzo físico empeora el dolor de cabeza, por lo que en pleno episodio el niño debe descansar. Esto significa que si el niño dice tener dolor de cabeza fuerte y síntomas migrañosos, no debería ser forzado a hacer ejercicio en ese instante; más bien hay que dejarlo reposar en un lugar tranquilo hasta que mejore. Pero entre crisis, la actividad física no solo está permitida sino que es recomendable. Algunos desencadenantes como la deshidratación o el sobre-esfuerzo podrían precipitar migrañas en individuos susceptibles, así que se aconseja que el niño se mantenga bien hidratado durante la práctica deportiva, que no haga ejercicio intenso en horarios de mucho calor, y que aumente gradualmente la intensidad del deporte según su tolerancia. La SENEP promueve que estos niños lleven una vida lo más normal posible, incluyendo el juego y el deporte, ya que los beneficios del ejercicio superan los riesgos en la mayoría de los casos.
«En aproximadamente la mitad o más de los niños que sufren migraña, la enfermedad tiende a mejorar o incluso remitir espontáneamente tras la pubertad, sobre todo en varones»
¿La migraña infantil suele desaparecer con la adolescencia o tiende a persistir en la edad adulta?
Respuesta.- No hay una respuesta única, ya que la evolución de la migraña varía entre individuos. En aproximadamente la mitad o más de los niños que sufren migraña, la enfermedad tiende a mejorar o incluso remitir espontáneamente tras la pubertad, sobre todo en varones. Es decir, muchos adolescentes que tenían migrañas frecuentes de pequeños experimentan una reducción marcada de sus crisis al llegar a la juventud, e incluso pueden pasar años sin migraña. Esta remisión espontánea es más probable en aquellos niños cuyo inicio de migraña fue en la niñez temprana. Sin embargo, en la otra mitad de los casos la migraña persiste más allá de la adolescencia. De hecho, cuando la migraña comienza por primera vez en la adolescencia (por ejemplo a los 13–16 años), es más probable que continúe presentándose en la edad adulta. Los datos indican que si el debut migrañoso ocurre alrededor de la menarquia en las niñas o en la pubertad tardía, puede mantenerse con mayor probabilidad como un trastorno crónico en la vida adulta joven. En cambio, si debutó en preescolar o primaria, hay más posibilidad de que desaparezca con los años. En cualquier caso, se recomienda un seguimiento médico periódico durante la adolescencia para evaluar la necesidad de continuar o ajustar tratamientos, hasta verificar si la migraña ha remitido.
Para terminar… ¿Qué papel juegan las terapias complementarias, como la fisioterapia, en la migraña infantil?
Respuesta.- Las terapias complementarias pueden ser un elemento útil en el manejo de la migraña infantil, aunque generalmente se emplean como apoyo y no sustituyen al tratamiento médico convencional. Entre estas terapias se incluyen la fisioterapia y las técnicas de relajación, entre otras. Aunque la fisioterapia por sí sola no cura la migraña (dado que la migraña tiene un componente neurovascular complejo), sí puede contribuir a aliviar síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente, por ejemplo disminuyendo la frecuencia e intensidad de dolores de cabeza secundarios a tensión muscular.
Otras terapias complementarias han sido empleadas con niños migrañosos. La acupuntura, por ejemplo, ha mostrado en algunos estudios reducir la frecuencia de migrañas en población pediátrica, y muchos adolescentes la toleran bien. Técnicas de biofeedback y terapia cognitivo-conductual enseñan al niño a controlar en parte las respuestas físicas al estrés y el dolor, y han tenido éxito disminuyendo la discapacidad por migraña en jóvenes. También la meditación mindfulness o ejercicios de respiración pueden ser útiles como parte de un enfoque integral y dar al niño una sensación de control sobre sus síntomas.
